A lo largo del siglo XIV la vela era la forma más popular de iluminación, hacia finales del siglo XV las velas solo eran empleadas en los monasterios y en las casas de la nobleza y en las iglesias, en este periodo, la producción de velas fue prohibida, ya que estas eran símbolo de poder y prosperidad.
Ya en la edad media, se producían velas a partir de la grasa de diferentes animales, en realidad echaban bastante humo y soltaban muy mal olor, aun así cuantas más velas se consumían en la casa de alguien mayor era el respeto que se le tenía hacia aquella persona.
Con el paso del tiempo llego la luz eléctrica y las velas dejaron de ser un símbolo de poder.
Sin embargo, la luz siempre fue un elemento que inspiró tranquilidad y favoreció el pensamiento, por lo que las velas se empezaron a emplear como medio para armonizar los espacios.
Finalmente, las velas aromáticas se emplearon como medio para favorecer la meditación, y en la medida que la relajación y la meditación se asociaron a la aromaterapia los aceites esenciales se vincularon al proceso de producción de las velas aromáticas.
A partir de ese momento las velas se convirtieron en el uno de los regalos corporativos más codiciados ya favorecen la relajación mientras que incrementan el rendimiento de la persona que las emplea.